Una energía equilibrada es la clave de una vida sana, creativa y feliz. Pero en la sociedad actual avanzamos hacia una falta colectiva de energía: los ladrones de energía como el electrosmog, el estrés o los pensamientos negativos reducen nuestra vitalidad.

Cada vez más personas se sienten impotentes. Sienten que les falta algo crucial, sin saber muy bien qué. Sufren de agotamiento interior y añoran la energía perdida.

La lucha por la supervivencia se ha endurecido, nuestra civilización tecnológicamente muy equipada está pasando factura. El agotamiento, la enfermedad y la depresión forman ya parte de la apariencia de la sociedad moderna.

Sólo podemos afrontar las crisis y las inseguridades si somos capaces de afrontar nuestra vida con fuerza y autenticidad.

Cuando tenemos fuerza interior y podemos sentirnos invulnerables porque estamos seguros de nuestro potencial energético.

Pero, ¿de dónde procede esta energía?


La respuesta es relativamente trivial: todo es energía, como demuestran los últimos descubrimientos de la física cuántica. La energía es la definición espiritual más avanzada científicamente y, al mismo tiempo, la más antigua del cosmos

Por último, pero no por ello menos importante, los flujos de energía sin obstáculos son los responsables de que podamos llevar una vida sana y feliz, a pesar de las tensiones y presiones a las que estamos expuestos a diario.

En la tradición del Lejano Oriente, se trataba de un conocimiento intuitivo. La humanidad lleva miles de años tratando con la energía. Pensemos en las enseñanzas sobre los chakras, los nadis y la solución de los bloqueos energéticos mediante el yoga.

Es la energía la que conecta el microcosmos y el macrocosmos.

Sin duda, la disponibilidad de energía determina nuestra salud física y mental y si somos capaces de llevar una vida sana y satisfactoria.